En la búsqueda de las soluciones a una crisis conyugal conviene identificar un punto de partida y una meta hacia la que aspiramos llegar.
No podemos hablar de estabilidad en la relación, si no estamos conscientes de las bases sobre la cual se va al edificar la misma. Todo lo que se logre progresar sin sustento, corre riesgo de derrumbarse.
El esfuerzo para alcanzar esa estabilidad necesita entenderse como un proceso que requiere identificar objetivos, definir metas y establecer tareas o actividades cuyo compromiso debe ser asumido responsablemente por cada cónyuge, pues hay un rol implícito para cada uno.
En nuestra experiencia como esposos, hemos logrado visualizar ese proceso en cuya meta, como signo de la superación de la crisis, estaba localizado el perdón. Nos tomó tiempo tomar conciencia del camino que debíamos recorrer, no sabíamos cuánto tiempo más debíamos transitarlo, pero al final, tres años después, estábamos acariciando la meta.
Analizando un poco nuestro proceso, nos decidimos compartirlo confiando que cada etapa del mismo les ayude a diseñar el propio, no sin antes tener conciencia de dónde se encuentran en el primer momento, el camino que deben recorrer y la meta a la que aspiran llegar.
Identificando el caos
Es el inicio de los momentos difíciles. Es el inicio de una avalancha de discusiones que parecieran no tener fin. Las "dudas" y el pensamiento fluyen en todas las direcciones. Nada parece tener sentido, nada apunta a una buena salida, todo es confusión. Hay llanto, ira, disgustos, silencio prolongado, estados emocionales que llegan a la depresión, falta de apetito, se alteran los nervios.
Vemos el conjunto de nuestros conflictos, buscamos causas, razones, justificaciones, culpamos y nos inculpamos, concluimos precipitadamente, emitimos juicios prematuros, nos anticipamos a los acontecimientos, reafirmamos nuestros temores, el piso se abre, se derrumba el cielo, en fin cerramos fila en la defensa de nuestra trinchera. Nada tiene sentido. ¿Por qué a mí, Señor?
Un remolino llega a nuestras vidas, y lo que parecía bien cimentado, literalmente vuela en trozos. Nos damos cuenta que nos habíamos confiado demasiado, que nos distanciamos poco a poco, que lo que en un inicio parecía colorido, repentinamente se volvió gris.
Probablemente los adjetivos con que podamos describir este estado, pueden quedarse demasiado cortos respecto a la realidad que cualquiera de nosotros pudiera haber vivido o esté viviendo en este momento. Sin embargo no se trata de cómo describir un sentimiento, sino de cómo prepararnos para el manejo de este primer momento, tomar control de todo, aislando los factores que profundizan la misma.
Controlando los factores
Hay diversos factores que se conjugan en este escenario y que conviene que tengamos control de lo que ocurre con ellos, y de cuanto compartimos para que el conflicto mismo no se salga de control:
- La familia: Involucrar a la familia en el conflicto no siempre es buen signo para la solución. Padres, hermanos, familiares cercanos tomarán parte del mismo y crearán situaciones o emitirán opiniones que no favorecerán la relación conyugal aún cuando los cónyuges salgan de la crisis.
- Los amigos: Aún los mejores amigos no han demostrado ser los mejores consejeros, sobre todo aquellos que te invitan a ahogar en el alcohol todas las penas.
- Las causas: Todo evento, relación exterior, contacto, fuente de información, u otro que sea considerado causa agravante en la crisis, debe ser aislado permanente de una relación de conflicto.
- Autocontrol: Desistir de buscar causas, interrogar, revisar teléfonos, mensajes, correos o cualquier comunicación, aporta grandemente en la solución conflictiva. Advertimos que los estados agresivos que involucran violencia física o psicológica son agravantes en la crisis ya que además conllevan sanciones penales que salen del control de la consejería conyugal, por lo tanto es urgente el autocontrol de este estado emocional.
- Dirección espiritual, consejería conyugal: Consideren siempre el apoyo a través de un director espiritual, sea un sacerdote, religioso, un psicólogo con experiencia en el abordaje y manejo del conflicto conyugal o un matrimonio en el acompañamiento para la solución de un conflicto.
No se trata pues de alcanzar control de todos los factores de manera inmediata, sino de evaluar qué tanto esfuerzo conjunto se puede hacer en alcanzar estados de progreso. Tampoco nos debe llevar a estancarnos en tiempo y hacer del conflicto una batalla eterna. Debemos avanzar en la confianza mutua, la que presupone en ambos, la seguridad de no volver a fallar, y de dar muestras que aseguren nuestra transparencia en la relación.
Nuevamente San Pablo en la carta a los Efesios nos motiva a la sinceridad: "Por eso, no más mentiras; que todos digan la verdad a su prójimo".., que todos digan la verdad a su cónyuge, podemos concluir. Por lo tanto, acerquémonos con plena confianza al Dios de bondad, a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno.
Hagamos la prueba, dice el salmista, y verás que bueno es el Señor, nosotros probamos y lo comprobamos, ustedes también pueden, ánimo.