La presión a la que nos sometemos a causa de los compromisos laborales, familiares, educativos, sociales, de salud, entre otras, generan estrés, y es una de las causas que influye negativamente en nuestro comportamiento y en la capacidad de respuesta a diferentes situaciones que demandan nuestra atención, particularmente las de carácter conyugal.Todos en algún momento de nuestras vidas, hemos pasado por esos tormentosos días donde las diferencias con nuestro cónyuge se acentúan. Un conflicto entre los cónyuges puede originarse en las cosas más "sencillas e insignificantes", en la relación cotidiana, en un gesto, una simple expresión y pueden llegar a escalar tan alto que se convierten en situaciones irremediables.
Esta limitada capacidad de atender nuestros asuntos de esposos, de dejar para mañana las cosas de interés común, es hoy por hoy una gran aliada en la generación de conflictos conyugales, sin dejar por fuera aquellas que se surgen de la manera en que nos comportamos.
La felicidad es un estado por el que todos luchamos, y la permanencia en ella es un sueño que anhelamos. En la vida conyugal, la felicidad es una necesidad, que sufre permanentemente de altibajos. No todas las relaciones son perfectas, carentes de enojos, disgustos o conflictos. En muchas ocasiones, las diferencias se originan desde el mismo día de la boda –sino antes–, en otras el conflicto demora un poco más en aparecer, pero al final, como la gripe, siempre toca a tu puerta.
"Sufre el que quiere" reza el dicho, una tonta excusa para abandonar en cualquier momento, cualquier esfuerzo por mínimo que parezca, para alcanzar por algún momento un tiempo de felicidad. Yo creo que en la vida conyugal realmente sufre quien se compromete, quien asume las consecuencias de sus actos y en ese "asumir" aprende una lección que le evitará tropezar nuevamente y será entonces una oportunidad para luchar por mantener a flote su relación.
El conflicto siempre debe dejar una lección a la que debemos inclinarnos por aprenderla. Quien no aprende de sus errores, está condenado a repetirlos.
La actitud que cada cónyuge asume respecto a sus diferencias, determinará el futuro de la relación, y en esto podemos elegir entre dos caminos: el de la ruta difícil hacia una verdadera reconciliación o el camino fácil –que no requiere compromiso– que te invita salir por el atajo más cercano, hacia la irremediable separación.
Esta primera actitud exige a ambos, conocer y asumir una serie de renuncias y sacrificios, de acuerdos y compromisos a nivel personal y conyugal. El amor, el respeto, el diálogo, la confianza y la comprensión, son factores que juegan un papel determinante para alimentar la llama que da estabilidad a la relación de esposos y se convierten en consecuencia en los ingredientes que se requieren para alcanzar la felicidad deseada, que será más o menos duradera cuando ambos aporten decididamente a alimentar o no, esos cinco factores.
Todo esfuerzo tiene su recompensa
Proverbios 14, 23
Muy bonita reflexion, lo felicito por su arduo trabajo como persona y como conyuge ojala algun dia yo sea asi...Luis Lopez
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